Las fuerzas ucranianas aseguran resistir aún en Mariupol gracias a la red de túneles de la era soviética.La atribulada historia de Ucrania ha retrocedido a 1943, cuando las llanuras de Donbás se convirtieron en el escenario de muchas de las batallas más sangrientas y brutales de la Segunda Guerra Mundial.

Rusia confirmó este martes que su ejército ha lanzado la temida ofensiva que se esperaba en el este del país, acompañada de un masivo ataque de artillería que se extendió desde la ciudad de Járkov, en el noreste del país, hasta el área de Jersón y Mykolaiv, en el sureste.

«Ha comenzado otra fase y estoy seguro de que será un momento muy importante de esta operación especial», afirmó el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, en una entrevista con la televisión de India, aferrado a la dialéctica de Moscú que sigue negando que esto sea una guerra y lo considera una simple «operación especial».

El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, alertó en el mismo sentido el lunes por la noche cuando dijo que las tropas rusas habían «comenzado la batalla de Donbás, para la que se han estado preparando durante mucho tiempo. Han dedicado a esta ofensiva una gran parte de todo su ejército ruso. No importa cuántos soldados rusos traigan aquí, lucharemos. Nos defenderemos».

El ministerio de Defensa ucraniano señaló que en los primeros combates sus fuerzas han repelido siete ataques rusos en la zona de Donetsk y Lugansk -las dos provincias de Donbás-, destruyendo más de una veintena de vehículos blindados, un avión de combate Su-30 y cuatro drones.

El gobernador de Luhansk, Serguii Gaidai, describió la situación como «un infierno» en un texto que publicó en su página de Facebook. Los rusos, apoyados por salvas masivas de artillería y aviación, han capturado ya la ciudad de Kreminna y ahora pelean por las villas de Roubijne, Popasna y Marinka. Esta última llegó a ser controlada por las fuerzas de Vladimir Putin -como reconocieron los ucranianos- pero más tarde fue recuperada «tras un contraataque». «El enemigo sufrió pérdidas y se retiró», informó el ministerio de Defensa de este país. La refriega se intensificó también más al sur, en la región de Zaporiyia.

Calificando la situación de «muy grave», Serguii Gaidai pidió la evacuación «inmediata» de toda la población civil de su región. «No hay tiempo para reflexionar. Iros. El que se quede morirá», anunció el responsable local.

CAMBIO DE ESTRATEGIA

Moscú ha cambiado profundamente su estrategia para iniciar este ataque concentrando ahora en un pequeño espacio un total de 76 agrupaciones tácticas frente a las 120 que utilizó en el asalto inicial, dispersas a lo largo de una enorme línea que se extendía desde Bielorrusia hasta la Península de Crimea. Los expertos estiman que esas unidades suelen incluir entre 700 y 1.000 soldados, lo que supondría que Moscú ha lanzado hasta un máximo de 76.000 uniformados al campo de batalla.

El propio ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, reconoció que esta vez sus tropas se moverán de forma «metódica» para «liberar» Donetsk y Lugansk, y no de la manera alocada con la que desempeñaron durante la ofensiva inicial, que acabó en debacle.

Los testimonios procedentes de la región hablan de avances limitados en grupos reducidos para probar las defensas ucranianas.

Kiev tenía unos 30.000 soldados desplegados en la zona antes del inicio de la presente invasión, que han sido reforzados en las últimas jornadas por tropas provenientes del oeste.

La región es un territorio de enormes espacios llanos propicios para los avances de las fuerzas blindadas y la acción de la artillería, lo que podría derivar en una confrontación todavía más sangrienta y brutal que la que se registró en torno a las zonas urbanas del norte del país.

Tanto Rusia como Ucrania disponen de un nutrido contingente de artillería pesada de origen soviético y nombres asociados a flores o árboles que quizás pretenden mitigar sus efectos letales: el obús Clavel de 122 milímetros, el mortero Tulipán de 240 milímetros o el cañón autopropulsado Acacia de 152 milímetros.

El gran riesgo que enfrentan las fuerzas ucranianas que defienden ciudades como Kramatorsk o Slovyanska es quedar cercadas en una amplia bolsa que les aísle de las líneas de abastecimiento procedentes del oeste del país, copiando el desarrollo de las grandes confrontaciones que se libraron allí durante la última conflagración mundial. En aquel entonces, el ejército soviético quebró las líneas defensivas de sus adversarios alemanes en 1943 tras ganar el control de Stalingrado y aisló a sus militares en pequeños grupos que después aniquiló con sus cañones.

«El cerco de las fuerzas ucranianas en Donbás cambiaría el sentido de la guerra, pero no creo que los rusos tengan capacidad para tal operativo», estimó Andrei Okara, un analista establecido en la localidad de Poltava.

Otros expertos opinan sin embargo que cualquiera que sea el resultado de esta batalla su impacto será mucho menos significativo que la que se libró en torno a Kiev, ya que no implicará un cambio en la política ucraniana que pueda acomodarse a las exigencias establecidas por Vladimir Putin en febrero.

Hasta Lavrov admite ahora que la pretensión inicial de acabar con el Gobierno de Zelenski ya es historia. «No queremos cambiar el régimen. Son los ucranianos los que tienen que decidir cómo quieren vivir», manifestó en la misma conversación con la emisora extranjera.

La estratégica de confrontación por el control de Mariupol no ha concluido pero por primera vez en semanas el jefe militar de las fuerzas ucranianas que resisten en un sector de esa población, el teniente coronel Denis Prokopenko, pidió a la comunidad internacional que permita la evacuación del millar de civiles que permanecen refugiados junto a los militares en el enorme complejo industrial de Azovstal.

«Nadie cree a los ocupantes, por lo que pido a los políticos de todo el mundo civilizado que organicen un corredor (humanitario), que brinde las garantías de seguridad para evacuar de inmediato a los civiles, los heridos y los cuerpos de los soldados muertos, que deben ser enterrados con honores», se escuchaba decir a Prokopenko.

LOS ESCONDITES DE LOS CIVILES

Los uniformados de Azov difundieron también un vídeo en el que se podía apreciar a un amplio número de pequeños instalados en los refugios subterráneos. Las imágenes permiten ver a los menores en habitáculos equipados con literas y repletos de ropa colgada de tuberías. Una de las civiles atrapadas en el lugar es una joven con un bebé.

El llamamiento de Prokopenko se sumó al que había realizado horas antes Serhiy Volyna, jefe de otra unidad, los Marines, que dijo que sus subalternos siguen resistiendo pero «necesitan ayuda».

«En nuestros búnkeres se esconden mujeres, niños, incluso bebés. En su mayoría son familiares de nuestros militares, a los que buscan los rusos. Sin calefacción, agua o comida. Todos los días nuestros heridos mueren bajo un tormento insoportable, porque hace mucho que se acabaron las medicinas, los desinfectantes y la anestesia», se leía en una misiva publicada en un diario local.

El jefe de la policía de esa localidad, Mykhailo Vershynin, declaró asimismo a la televisión local que cientos de «mujeres, niños, viejos y huérfanos» se ocultan en la fábrica de acero que se ha convertido «en un escondite que les permite sobrevivir por un tiempo determinado».

Uno de los fundadores de Azov -una polémica formación de ideología ultraderechista- , Andriy Biletsky, explicó hace días que de los 4.000 uniformados que defendían inicialmente la población sita en la costa ucraniana, cerca de 2.000 permanecen atrincherados en torno a Azovstal, un ingente complejo industrial construido en la era soviética, que dispone de una amplia red de túneles y refugios ideales para el tipo de resistencia que mantienen los militares locales, basada en ataques sorpresa y emboscadas.

Los asediados han conseguido recibir algún avituallamiento gracias a las arriesgadas entregas que han realizado los helicópteros ucranianos, pero sus reservas merman cada día.

RESISTENCIA EXTREMA EN MARIUPOL

Biletsky relató al diario Financial Times que «un gran número de personas han muerto» o han tenido que sufrir amputaciones «debidos a la gangrena como en el siglo XIX» ante la falta de medicamentos.

El propio ministerio de Defensa británico ha reconocido que la resistencia extrema de los soldados ucranianos acorralados en Mariupol ha servido para bloquear el avance ruso en otros frentes. Sus homólogos estadounidenses opinaron que Moscú mantiene al menos 12 Batallones Tácticos en esta localidad.

«Si los rusos capturan Mariupol, podrían usar estas fuerzas en otras partes», explicó el Departamento de Defensa de EEUU en su último análisis sobre el desarrollo de la conflagración.

La nueva arremetida rusa puede agravar la devastación que ya se ha abatido sobre el país, que ha dañado o destruido ya entre el 20 y el 30% de la infraestructura ucraniana, según el ministro del ramo, Oleksander Kubrakov.

Según declaró este representante del Gobierno a la agencia Reuters, el conflicto ha dejado inservibles al menos 300 puentes y más de 8.000 kilómetros de carreteras, con un coste total de más de 100.000 millones de dólares.

Todavía no se puede anticipar cuál será el impacto de esta acometida sobre la población ucraniana que había comenzado a regresar a ciudades como la propia Kiev. Las autoridades locales aseguran que el pasado fin de semana la cifra de ucranianos que volvieron al país comenzó a superar a las que huían.

El departamento de Fronteras ucraniano dijo que ya han vuelto 1 millón de ciudadanos de este país. El alcalde capitalino, Vitali Klitschko, aseguró por ejemplo que la principal localidad del país tiene ya una población de 2,12 millones de residentes frente a los cerca de 3 millones que albergaba antes del inicio de la guerra.

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